Cultura

Premios SIGNIS – Australian Catholics 2022
Desde 1979, la Australian Catholic Film Office, hoy conocida como la Australian Catholic Office for Film and Broadcasting, ha premiado películas que representan y muestran los valores australianos.
Conoce los premios para el 2022, y el premio que por primera vez va a una película internacional.
PREMIO A PELÍCULA AUSTRALIANA: LA ESPOSA DEL ARRIERO - LA LEYENDA DE MOLLY JOHNSON
Protagonizada, dirigida y escrita por Leah Purcell, esta película está basada en una historia de 1892, "The Drover’s Wife", escrita por el escritor australiano Henry Lawson, sobre una mujer solitaria, Molly Johnson (Leah Purcell), que lleva una existencia aislada en una granja en el norte de Australia.
Esta ambiciosa película ha sido llevada al estilo occidental, y está anclada por una excelente actuación de Leah Purcell. La película se convierte en una reveladora reimaginación de eventos pasados tanto desde una perspectiva indígena como blanca. Ofrece una dura descripción del trato injusto de los pueblos indígenas a finales del siglo XVIII, y proporciona un poderoso relato de cómo los pueblos indígenas han sido terriblemente maltratados.
Leah Purcell consolida su reputación como un talento excepcional: Leah escribió, dirigió y tomó el papel principal en una película australiana excepcional.
PREMIO A UNA PELÍCULA INTERNACIONAL: NADA ESPECIAL
Protagonizada por James Norton, dirigida, escrita y producida por Uberto Pasolini, este drama italiano, rumano y británico está inspirado en hechos reales.
La película se basa en la revisión de los informes del director sobre un padre que fue a buscar un hogar de acogida para su hijo pequeño después de que le dijeron que tenía una enfermedad terminal. Apunta a las dificultades que un padre enfrenta cuando él o ella tiene que explicar lo que sucederá cuando ya no pueden estar allí para
La película se basa en el análisis que hace el director sobre los informes de un padre que fue a la búsqueda de hogar de acogida para su hijo pequeño, después de enterarse de que tenía una enfermedad terminal. La historia resalta las dificultades que enfrenta un padre cuando tiene que explicar lo que sucederá cuando ya no pueda estar allí para cuidar a su hijo, y cómo esto va a cambiar su vida. Es es una película muy conmovedora que aborda la paternidad de una manera muy perspicaz y profunda.
MENCIÓN A PELÍCULA AUSTRALIANA: BLUEBACK
Tim Winton cuenta una historia de la costa de Australia Occidental centrada en una madre y su hija, exploraciones submarinas, y una lucha para salvar el medio ambiente. Es una película para toda la familia, muy actual en su preocupación por el medio ambiente, especialmente por la amenaza que enfrentan las aguas de Australia.
Miembros:
Peter Malone, Presidente de OCIC, 1998-2001; Presidente de SIGNIS, 2001-2005
Peter Sheehan, ex vicerrector de la Universidad Católica Australiana, miembro de varios jurados ecuménicos internacionales
Jan Epstein, miembro de los jurados OCIC y SIGNIS, Australia, Jurado Ecuménico, Montreal.

CANNES. DÍA 7-9
Por Alberto Ramos
(La Habana, 30 de junio de 2022). Tras nueve arduas jornadas de proyecciones, cuatro de los títulos más impactantes del programa han reservado su estreno mundial para el trayecto final que precede a la entrega del palmarés. En tres de estos irrumpe la muerte, con su carga de injusticia, absurdo y sufrimiento (Tori et Lokita; Nostalgia; Close). En Pacifiction, el cuarto de esta entrega, esa muerte es apenas un fantasma que preside las maquinaciones de un orden político agonizante empeñado en preservar su vigencia.
Tori et Lokita (Jean-Pierre & Luc Dardenne / Bélgica, Francia)
Nadie puede negar la contundencia de la obra de Jean-Pierre y Luc Dardenne. Sus películas dejan siempre un regusto amargo porque hablan sobre una humanidad insensible y cruel, y lo hacen con una escritura seca, sin adornos, de una crudeza que no deja lugar a excusas ni efusiones sentimentales. Operan en un mundo cerrado a toda esperanza, donde hacia el final suele abrirse una grieta, un resquicio que a duras penas entreabre una posibilidad de redención. Pero en su último filme, Tori y Lokita, ni siquiera eso. Un niño y una joven africanos en la Bélgica de hoy viven en un hogar de acogida para inmigrantes a la espera de recibir, si las autoridades así lo deciden, el estatus legal (“los papeles”, en el argot) que les permitan ganarse la vida en Europa. Para sobrevivir están obligados a reincidir en la ilegalidad a cada paso. Lokita miente en los interrogatorios, haciéndose pasar por hermana de Tori, quien en su condición de perseguido (en Benín su vida peligraba, acusado de ser un niño-brujo), cuenta con mejores perspectivas de ser aceptado. Además, trabajan de noche en un restaurante, cantando en el karaoke y repartiendo pizzas a domicilio, así como vendiendo droga adonde les envíe el cocinero albanés Betim (quien, de paso, acosa sexualmente a Lokita). En fin, el típico escenario de explotación infantil en el corazón del primer mundo. En otro orden de cosas, son perseguidos por los traficantes africanos que los trajeron a Bélgica, y ahora exigen lo adeudado por la travesía. Por si fuera poco, Lokita es presionada también por su madre en Benín para que pague la matrícula escolar de sus restantes hermanos, entre otros gastos. Así las cosas, no es de extrañar que a menudo sufra de ataques de pánico. La conclusión es que el inmigrante africano es poco menos que una versión moderna de los esclavos arrancados del continente siglos atrás y enviados a América en los barcos negreros. Como aquellos, los que arriban a Europa solo cuentan con su ingenio, resiliencia y voluntad de adaptarse y sobrevivir en circunstancias tan hostiles. El emblema de ello es Tori, tan desenvuelto, hábil y proactivo en sus idas y venidas por la ciudad que su incansable figura se adueña de inmediato de la escena. Una cámara fluida lo sigue sin interrupción mientras interpela, pide ayuda, regatea, exige lo suyo, al tiempo que vela por Lokita, su familia sustituta, el único vínculo que lo une con sus orígenes. (Cuando ella suspira por tener a su madre con ella, él replica sin pestañear: “Estoy yo”.) Muy pronto, sin embargo, la joven tomará una peligrosa decisión a fin de procurarse una identidad falsa, desesperada ante la amenaza de deportación. Ello implica no solo un paso más allá en la ilegalidad (se trata de cultivar mariguana en un invernadero clandestino), sino de un prolongado encierro sin comunicación alguna con el exterior que pone a prueba su capacidad para soportar la ausencia de Tori, y viceversa. No resisten, porque lo que los hace fuertes frente a tanta agresividad, a la negativa de la sociedad a aceptarlos, es mantenerse juntos. Cuando el Mal se hace presente y la inevitable tragedia sobreviene, desplegada con ejemplar concisión narrativa y desgarradora elocuencia, el relato deja ver una sombría lectura en clave simbólica, implícita en las palabras finales del niño. Condenados en su tierra, forzados a abandonar su hogar, Tori y Lokita son la imagen de un continente desahuciado, para el que no hay lugar en un mundo devorado por el egoísmo y la indiferencia.
Nostalgia (Mario Martone / Italia, Francia)
La pregunta que viene al caso de manera inevitable es por qué este hombre, que irónicamente se llama Felice, tras volver desde Egipto a su Nápoles natal cuarenta años después, elige quedarse en la ciudad que debió abandonar a riesgo de su vida cuando era apenas un adolescente. Allá en Egipto está todo aquello a lo que cualquier humano suele aspirar: hogar, esposa, trabajo y aceptación social (lengua y religión mediante). Pues bien, admitamos que las razones de su sorprendente decisión descansan en un sentimiento tan elusivo como la nostalgia, esa que da título al filme. Y sobre el cual advierte el exergo pasoliniano que para conocer hay que perderse, alejarse, tomar distancia, y la nostalgia viene a ser el dispositivo que ponemos en marcha para acceder a ese conocimiento. Contra todo pronóstico, haciendo caso omiso de su amigo sacerdote, de los mensajes hostiles (un cartel amenazante, una motocicleta incendiada) que salen a su encuentro mientras recorre la ciudad, y de las historias que circulan acerca de Oreste, su compañero de correrías juveniles, Felice insiste en ser acogido de nuevo por su Nápoles natal, como el hijo pródigo que vuelve para ser perdonado. El sentido de ese regreso ya queda sugerido al comienzo, en el premonitorio reencuentro con Teresa, la madre. Ahí, sin embargo, Felice alcanza a ver claro que nada es igual: ella ha envejecido, está medio ciega, vive encerrada en un apartamento minúsculo, su fragilidad lo enternece hasta las lágrimas. Con la ciudad-madre ocurre lo contrario, la ofuscación se impone, la realidad cede ante una nostalgia que se resiste, mistifica cuanto toca. Para Felice todo está igual, nada ha cambiado a pesar del tiempo transcurrido, cuando en verdad Nápoles se ha vuelto más oscura, peligrosa, decadente. Pero él solo piensa en pagar por su ingratitud, sea en obras de caridad u ofreciendo una explicación a Oreste que, al menos formalmente, salde la deuda con el amigo olvidado. Oreste, emblema de esa ciudad envilecida, el endemoniado que vive una existencia a la sombra, cuya sola mención suscita un silencio signado por el terror, es el hermano caído en desgracia, el maldito. Desde el trágico suceso de juventud que los separó, su vida fue hundiéndose en el crimen y la infamia, el rencor y la crueldad. Felice huyó, nunca preguntó por él, nunca estuvo a su lado para salvarlo, como le reprocha Oreste en la tensa escena del reencuentro entre ambos, magistralmente coreografiada por la cámara de Paolo Carnera. Siguiendo la exégesis bíblica, la figura de Oreste se inscribe en la genealogía de Caín. De ahí que su reacción final pueda interpretarse desde la lógica del gesto fratricida que rebasa al elemental instinto de conservación ante el regreso de un testigo inoportuno. Y en un plano más simbólico, como una sugestiva inversión del relato bíblico: la venganza de la ciudad-madre que reivindica la fidelidad del hijo descarriado frente al olvido del otro que regresa ahora en busca de redención.
Pacifiction (Albert Serra / Francia, España, Portugal, Alemania)
El título sugiere más de una lectura: ¿Ficción en el Pacífico o Pacificación, en una clara (y oportuna) referencia al pasado colonial de Tahití? Albert Serra, el renombrado artista catalán, autor de una obra que no pocos califican de hermética y exasperante, donde el interés narrativo se reduce al mínimo en provecho de una visualidad deslumbrante y enigmática, y un manejo no menos radical del tiempo, entrega sin embargo en Pacifiction la película más mainstream y políticamente explícita de toda su carrera. El eje de una narración siempre esquiva es el Alto Comisionado De Roller, representante del gobierno francés en Tahití, y el motivo de la intriga, nunca explícito pero claramente discernible, es la presencia de un submarino en las cercanías de la isla, que los rumores vinculan al reinicio de pruebas nucleares en la zona. Esto, por supuesto, ha disparado las alarmas entre la población, con un largo historial de daños ambientales y alta incidencia de cáncer causados por la contaminación radioactiva. Lo que el filme muestra, en resumidas cuentas, es la misión “pacificadora” de De Roller, encarnación renovada de un viejo orden neocolonial que trata de perpetuarse, preservando su status quo en esta apartada región del mundo. Para ello, nuestro hombre habrá de alternar con no pocos actores de la sociedad local, a quienes dispensará un tratamiento “personalizado”, esto es, intimidar, chantajear, sobornar, mentir o seducir, según el caso. De más está decir que en sus idas y venidas se cuida de marcar la necesaria distancia respecto a sus interlocutores, de ese Otro al que busca (re)conquistar, distancia que al final es la misma que separa a la metrópoli de sus subalternos colonizados. De ahí el misterio que emana su figura, los largos silencios que enmarcan cada uno de sus pronunciamientos, la gestualidad en apariencia desmañada y vulnerable: De Roller, en otras palabras, es una construcción de la autoridad, encaminada a suscitar, a la vez, simpatía, credibilidad y respeto. No siempre lo logra, por ejemplo, con los líderes de la comunidad (Matahi), pero su ambigua complicidad con quienes atienden o frecuentan el club nocturno (Shannah, su alter ego femenino, sinuosa y manipuladora; Morton, el dueño del club; Francesa, una coreógrafa; el almirante del submarino; un infeliz portugués descarriado) da cuenta del ascendiente que busca alcanzar en sus desplazamientos por ese espacio, metáfora de la sociedad insular y de las relaciones que entabla con su distante metrópoli. A la figura de De Roller se subordina el resto del filme, incluso en el orden formal. Véase si no cómo la típica morosidad del cine de Serra aquí resulta del todo coherente con la caracterización del protagonista, la dilatación temporal en función de la opacidad del personaje. Pacifiction pone de manifiesto, una vez más, que el cine de arte más radical no excluye necesariamente la reflexión de orden político, que se pueden rebasar los estrechos márgenes donde maniobran el cine militante y el arte realista de denuncia para proponer una instancia en que lo personal y lo político dialoguen con la profundidad que solo un discurso de similar complejidad puede suscitar.
Close (Lukas Dhont / Bélgica, Países Bajos)
Un adolescente corre por un campo cubierto de flores. Se llama Leo y es la imagen sublimada de la felicidad. Pero esa felicidad tiene un origen. Y ese origen se encuentra a su lado y se llama Rémi, otro adolescente, su mejor amigo, compañero de juegos y de sueños. Cuando están juntos (de ahí el título en inglés), el resto del mundo pasa a un segundo plano, la realidad se transfigura. Curiosamente, no pueden ser más distintos. No solo difieren en lo físico (Leo es rubio; Rémi es trigueño) sino también en el carácter. Leo es inquieto, extrovertido, fabulador. Rémi irradia serenidad, concentración y pragmatismo. En su tiempo libre, Leo ayuda a sus padres y hermano, floricultores. Rémi tiene otras inclinaciones, en particular la música. Quizá llegue a ser un gran oboísta. Uno se siente llamado a la vida activa, el otro por el arte. Juntos asisten a su primer día de clases en la nueva escuela, y a partir de ese momento todo será distinto. La suspicacia de sus condiscípulos no tarda en dar paso al acoso, a las insinuaciones de una relación homosexual. Y, contra todo pronóstico, es Leo quien se quiebra y cede a la presión del grupo, al imperativo de refugiarse en una identidad segura, de proyectar una imagen viril. Por ello se suma al equipo escolar de hockey sobre hielo, un deporte “duro” donde, cual caballero medieval, llevará simbólicamente casco con rejilla y vestuario ad hoc para protegerse de los frecuentes golpes y caídas. Por supuesto, para completar el nuevo look que demandan las circunstancias, será menester que se aleje prudencialmente de Rémi. Y que esto se haga público es la prueba definitiva que descartaría en lo adelante cualquier equívoco. Será una pelea agónica en el patio de recreo, entre un Rémi frágil, presa de la indignación, y un Leo torpe, sin argumentos, incapaz de sostener la mirada del otro. Lo extremo de la respuesta que sigue por parte de Remi sobrepasa sin embargo las expectativas de Leo. Y transcurrido apenas un tercio del metraje, sobrevendrá para este su noche oscura. Si hasta ahora se celebraba a la amistad como de las formas más excelsas del amor humano, por oposición a una acepción más estrecha y generalizada que lo reduce al ámbito de lo erótico, en lo que sigue Leo sostendrá una desgarradora batalla consigo mismo en busca de perdón. Asqueado de la hipocresía e indiferencia de sus compañeros de clase, encontrará apoyo en su familia, en el extenuante trabajo del campo, donde asiste maravillado al espectáculo de la vida que renace sobre la tierra tras la última cosecha, y sobre todo en la silenciosa acogida de Sophie, la madre de Rémi. Su cercanía en el largo y accidentado camino que conduce al arrepentimiento y la confesión resultará esencial para Leo, el adolescente agobiado por la culpa, sensibilizado ante la inmensidad del dolor que ha causado, pero incapaz de asumir su responsabilidad ante una experiencia cuya radical novedad lo desconcierta, abruma y sobrepasa. Destaca esta película-elegía sobre la amistad por la sutileza con que describe ese itinerario iniciático del joven Leo, interpretado por Eden Dambrine, cuyo rostro es escrutado hasta la saciedad por una cámara que acude al paisaje para enriquecer, hasta detalles que rozan lo subliminal, su retrato de un alma destrozada por la pérdida y ávida de perdón, de su gracia salvadora.