La Habana, diciembre 2006 (Alberto Ramos) - En este diciembre de 2006, La Habana ofreció un Festival que, a la polarización entre algunas obras de mérito indiscutible y un remanente del que puede prescindirse sin mucho miramiento (el clásico tópico de los festivales), opone una visión centrada en las diversas y profundas fracturas que aquejan a la sociedad contemporánea. Filmes que en último término describen una trayectoria de liberación, ya sea en el orden político, sociológico, existencial o familiar, a partir de la ruptura con un canon opresivo y deshumanizador.

Crónica de una fuga (Israel Adrián Caetano, Argentina), la película distinguida por el jurado de SIGNIS, es tal vez aquella donde esa percepción de una odisea hacia la libertad que recorre a filmes tan disímiles queda más explícita. Siquiera porque es pura y simplemente un relato de evasión, la protagonizada por cuatro jóvenes argentinos confinados en un centro de detención clandestina durante los oscuros años de la junta militar. En lugar de describir lugares, prácticas o comportamientos que ya han sido documentados hasta la saciedad, la película se concentra en la voluntad de huir de aquel lugar que poco a poco va ganando a los cuatro jóvenes hasta convertirse en una obsesión, y que en último término les trae la libertad tan ansiada. Es un regreso, por lo demás, que a todas luces semeja una resurrección: desnudos renacen en una calle de Buenos Aires, salvados de la muerte en vida de la no-persona condenada al infierno del no-lugar y del no-tiempo. Como en un milagro o una epifanía, sus cuerpos anónimos, marcados por la tortura, el encierro y el ensañamiento, han visto la luz que se abre paso entre las tinieblas, y la han seguido hasta el final.

En sentido similar operan películas como El custodio (Rodrigo Moreno, Argentina) y El cielo de Suely (Karim Aïnouz, Brasil). La primera examina el caso de un guardaespaldas al que su profesión ha convertido en una suerte de apéndice del hombre que tiene a su cuidado, en una sombra silenciosa y obediente que da la réplica puntual a cada gesto del otro. Reprimido, sin afectos, su progresiva enajenación del mundo lo conduce a un gesto extremo que debería entenderse, más allá de la visión literal del asesinato, como una tentativa simbólica de recuperar su humanidad. La segunda es otra historia de emancipación con un trasfondo social más evidente. Suely, la protagonista, es una joven madre que llega su pueblo natal, en el Brasil profundo, para iniciar una nueva vida junto al padre de su pequeño hijo, que eventualmente ha de reunírsele. A poco, la joven cobra conciencia del ambiente de mediocridad, intolerancia y conformismo reinante en el lugar, que coarta toda aspiración de realización personal. Sobreponiéndose a la frustración, y decidida a no resignarse, la rebelión en solitario de Suely, mujer y madre soltera, la pone una vez más camino del cielo que se ha propuesto conquistar a cualquier precio: una vida más digna.

Otros dos filmes hablan de proyectos individuales y colectivos que superan coyunturas en gran medida traumáticas, experiencias a partir de las cuales sus protagonistas emergen con una visión más matizada y profunda de valores esenciales como la amistad, la perseverancia y la centralidad de la familia. En Antonia (Tata Amaral, Brasil), la desarticulación del prometedor cuarteto de muchachas cuyo nombre da título al filme hunde sus raíces en el propio proyecto colectivo. Más allá de narrar el ascenso y caída de un grupo musical, y sugerir la dudosa esperanza de un revival, el filme ilumina las zonas de conflicto que amenazan la integridad de aquel y, al subrayar sus implicaciones sociales, se constituye finalmente en metáfora de un Brasil que intenta sacudirse el lastre de una marginalidad asumida como destino inapelable. Otra vez se trata de la libertad como conjuro: para desafiar tabúes, imponer la justicia, renunciar a prejuicios y rencores... Un filme cuyo encanto reside no sólo en la contagiosa asertividad de sus canciones, sino en la increíble presencia de ánimo de estas cuatro jóvenes resueltas a hacerse oír por el mundo.

Nacido y criado (Pablo Trapero, Argentina) propone una devastadora reflexión sobre la culpa y la expiación a partir de un joven profesional de clase media cuya vida familiar queda destrozada luego de un terrible accidente automovilístico. En un gesto revelador de una voluntad de renuncia que lo acerca a la dimensión purificadora del acto penitencial, el protagonista se refugia en una apartada localidad de la Patagonia, cuya sobrecogedora soledad sirve de correlato a lo inmenso de su sufrimiento. La gracia le llega a través de la amistad de dos colegas que lo acogen con el talante abierto y entrañable de la gente sencilla. Ellos lo acompañarán durante esa larga temporada “cuaresmal” que preparará su definitivo regreso a casa.

El azar tiene su parte también en Drama/Mex (Gerardo Naranjo, México), historia de vidas cruzadas que revela un pulso narrativo impecable. Tres existencias abocadas a huir, a negarse a sí mismas, confluyen en la larga noche que se extiende sobre un Acapulco decadente. Al conjuro del simple y misterioso expediente de esos encuentros fortuitos, el amanecer los descubre, ya reconciliados, frente a un mar que ha exorcizado los demonios de la noche en un bautismo renovador.

Finalmente, El más grande amor del mundo (Carlos Diegues, Brasil) congrega todos estos temas en un relato con una fuerte impronta nostálgica y melodramática. Marcado por la cercanía de la muerte, un ilustre físico regresa a Brasil para recibir una importante condecoración. El viaje, sin embargo, tendrá consecuencias más profundas e inquietantes al convertirse en un examen de conciencia que lo lleva al encuentro del imaginario familiar (y en especial, de la figura materna), a reconocer la vanidad de su vida, y a un intento de reconciliarse con el país que dejó atrás cuando joven, con cuya gente más humilde y sufrida (los niños y ancianos de la favela), intenta identificarse. Si algo añade un filme como éste a lo conseguido por los anteriores es la dimensión liberadora del arrepentimiento, que confiere a la búsqueda de este hombre, a la mirada transida de dolor que tiende sobre su país y a las preguntas que se hace sobre el sentido de la vida, una grandeza humana que por momentos resulta conmovedora.